jueves, 26 de mayo de 2011

LOS CABALLEROS YA NO SE LLEVAN

Como institución, el Real Madrid ya ha elegido su camino. Lo anunció oficialmente ayer, pero es seguro que la decisión estaba tomada desde hace un tiempo o, mejor dicho, la decisión se ha ido tomando a lo largo y ancho de toda la temporada que acaba de terminar. No parece que haya habido ningún momento en que en las altas instancias del club hubiera alguna duda sobre alrededor de qué astro debía girar la entidad, en perjuicio del otro centro de gravitación, del otro mundo, del otro planeta, que era (es) Jorge Valdano, pero que desde ahora trazará su órbita vital desde otro lugar que no será la Dirección General del Real Madrid. La estrella ya no es binaria, ahora es única, y se llama José Mourinho. Y sobre él gravitará la institución a partir de ahora.

Lo anunció ayer Florentino en una rueda de prensa en la que, como es habitual entre los líderes y políticos de todo el mundo, no pudo prescindir de los siempre insulsos, aburridos y prefabricados comunicados escritos. Ya nadie habla en público, todos leen. El señor de turno se pone a leer un papel, seguramente escrito por otro, y derrama sobre la agostada sala de prensa una letanía de lugares comunes, frases grandilocuentes sobre las que apoyar unas ideas ni originales ni inteligentes y palabros desafortunados sobre los que sin embargo se quiere hacer la descansar la fortuna del mensaje. En el caso de ayer, el palabro afortunado y, por tanto, repetido hasta la saciedad, fue disfunción. No se recuerdan muchos de estos comunicados industriales, alejados de cualquier tipo de calor humano, que hayan dejado una impronta, un calado imperecedero, una sentencia para la posteridad. Los comunicados son cómodos, evitan preguntas indeseadas -ningún periodista se atrevería nunca a interrumpir tal discurso- y, sobre todo, dice muy poco del que lo lee. Ni se preparó la comparecencia ni deja cuartel para la más mínima improvisación que, como sabemos, es lo que da gracia, humanidad y sensibilidad a las apariciones públicas.

Pero todo esto es otra historia. En el comunicado, Florentino Pérez anunciaba la destitución del Director General del Real Madrid, el argentino Jorge Valdano, jugador, entrenador y Director Deportivo del club en distintas etapas. Un hombre que, de alguna u otra forma, lleva más de veinticinco años ligado a esta sacrosanta entidad; un hombre de la casa, conocedor como ninguno de los valores y resortes que la hacen funcionar; un hombre culto, sensible, lector empedernido, formidable articulista; un hombre que algunas veces se calló lo que pensaba en beneficio del club que ama y para el que se debía pero que nunca renunció a su insobornable cuota de libertad, seña de identidad de toda mente despierta, sana e inteligente; un hombre, en fin, que es de los que no se llevan en el mundo del fútbol ni, yendo más allá, en la sociedad actual. Con Jorge Valdano se va un caballero, una forma de entender el Real Madrid, el deporte y la vida. Y con su marcha, se mantiene, más poderosa que nunca, la otra; ni contraria ni peor, simplemente distinta. Había que elegir, y se ha elegido. Mourinho gana.

Lo dijo el mismo Valdano en su comparecencia de ayer, a la que asistió como solamente él sabe, esto es, con una serenidad a prueba de periodistas pintada en la cara, con un saber estar impropio de lo que se estila en el fútbol, donde se llevan y triunfan de cara al público los entrenadores mascando chicle y diciendo palabrotas; los que, en suma, “dicen las cosas claras”. Y cuanto más claros, más zafios y vulgares son también, añadiríamos. Mesurado, sonriente, iba vestido impecablemente con una chaqueta y camisa azules, sin corbata, luciendo elegancia en el vestir -de esa que se tiene o no se tiene, la única que vale- y aplomo en el estar: “Mourinho ha ganado una batalla que nunca consideré como tal”. Valdano, con esta frase, deja una verdadera perla filosófica con la que desconcertar a casi todos, porque detrás de ella hay mucho más de lo que parece. Al revés que Mourinho, intentó en todo momento mantener una concordia que se veía a años-luz imposible. Mas no por ello cejó de intentar llevarse bien con todos, de no crear tormentas innecesarias en las que sólo luchaban los egos de cada uno, de dar la cara en los momentos difíciles y, sobre todo, de actuar como voz oficial del Real Madrid, cuando se perdía y cuando se ganaba, pero sobre todo cuando se perdía. La derrota explicada y narrada por boca de Jorge Valdano parecía menos derrota. Ahora, el Real Madrid se queda sin su líder, digamos, espiritual. Lo desconcertante es que la afición aprueba este descabezamiento, cuando lo que deberían saber es que un club no es solamente sus logros deportivos, sino también y sobre todo la imagen que se da al exterior, el aura que se transmite cuando está gobernado por gente inteligente. Y qué duda cabe que, sin Valdano, el Real Madrid es mucho menos inteligente que con él.

Se ha optado por un modelo que, según Florentino, “es el inglés”. Eso es lo de menos. Eso es una bravata. No creemos que el Real Madrid tenga que fijarse en ningún modelo, inglés, o no, para dirigir su nave. Tampoco sabemos muy bien en qué consiste el cacareado modelo inglés, ni nos interesa. El Real Madrid, como entidad única que es, debe dirigirse por parámetros únicos. Seguramente parecidos a los que se estilan, pero adaptados a su peculiaridad, a su grandeza.

Es posible que sin Valdano y sólo con Mourinho como emperador del área deportiva, el Real Madrid inicie una dorada época de triunfos. Parece ser que los cimientos se han colocado y que lo que le queda a este equipo no es sino crecer. Hay juventud, calidad y la conciencia de que el Barcelona no es inalcanzable. Es posible que ello ocurra, pero, en ese caso, en el caso de que se gane, ¿qué habrá detrás? Sin gente de la casa, los clubes son naves inestables, inmersas en una constante inseguridad. Sin ese pegamento que es el sentimiento de los que mamaron y maman la sabia de una institución, no puede haber ni confianza ni estabilidad. Los clubes son como las amistades: cuando vienen mal dadas, sólo los amigos de verdad te ayudarán a sacarte a flote. Los demás huirán.

Con el despido de Valdano -seguro que doloroso para Florentino, de eso no dudamos-, más que tomar parte por un modelo, por una forma de entender el fútbol, la guerra, la vida, se ha descartado otro. Por lo que parece, eso de ser un caballero, eso de hablar bien, decir cosas inteligentes y con sentido ya no se lleva, y menos en el fútbol. Los Valdanos, para el gran público, siempre serán sospechosos de algo: de engañadores, de pedantes, de charlatanes, cuando no de imbéciles o de inútiles (o de ambas cosas). Es lo que ocurre en España, donde suele preferirse lo tremendo. Tampoco es que Mourinho -ese hombre nietzscheano- represente los valores contrarios. Al revés, al portugués hay que alabarle el gusto por lo políticamente incorrecto, en un mundo dominado por los tópicos y las frases hechas que llenan páginas y páginas insustanciales. Y nos consta que es un hombre sagaz, preocupado por la cultura y el mundo en que vive. Mourinho podrá gustar más o menos, pero lo que no se le podrá tachar es de hipócrita ni de lelo. Es simplemente Mourinho, The special one como le llamaban en Inglaterra. Pero no es Valdano.

La verdadera importancia de Valdano para el Real Madrid se verá en lo sucesivo. Su ausencia otorgará auténtica medida y valor a su pretérita presencia. El hombre sólo pondera la importancia de las cosas cuando no las tiene. Sólo las pondera, en suma, confrontando dos situaciones enteramente distintas en el tiempo. Veremos a ver cómo le va al Real Madrid sin el portavoz más capaz que ha tenido nunca, sin la personalidad que siempre intentó poner una gota de sensatez en un club difícil y fagocitador acostumbrado a nadar en la tormenta; aquel que, en la hora del adiós, en la hora de la derrota, estuvo a la altura de los grandes ganadores: los que saben ganar cuando pierden, y perder cuando ganan.

Imagen de cabecera: Jorge Valdano, durante la comparecencia de ayer en la sala de prensa del estadio Santiago Bernabéu.

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