sábado, 7 de mayo de 2011

LAS FUERZAS OSCURAS

Los astrofísicos han llegado a la conclusión de que lo que vemos no representa más del 5% de lo que existe. Y todo eso que vemos se refiere a planetas, estrellas, nubes de gas, galaxias, quasars, púlsares, cometas, plantas, animales, nosotros mismos. Todo lo que podemos asegurar, sin género de dudas, que está ahí porque emite luz. Lo inmediatamente tangible, observable, medible. En suma, la materia ordinaria. Como muestra, un botón: 150.000 millones de estrellas hay en una sola galaxia, nuestra Vía Láctea. Y hay un número aún mayor de galaxias. Sí, son ingentes cantidades de materia, completamente inimaginables para nosotros. Pero conviene poner las cosas en su sitio. ¿Ingentes? No, quizá no tanto. Ya lo hemos dicho, esta materia ordinaria, visible, representa solamente un 5% por ciento de toda la materia y energía del universo. Del resto, del otro 95%, no se sabe prácticamente nada. Es decir, de la práctica totalidad del cosmos tenemos una idea muy vaga. Sólo sabemos que los movimientos de las galaxias a gran escala no se pueden comprender si no aceptamos que, en efecto, hay mucho, muchísimo más de lo que podemos ver, de lo que podemos detectar y estudiar. De ese 95%, un 25% se refiere a lo que los científicos han dado en llamar materia oscura, y el 70% final -casi tres cuartas partes del todo-, se compone de un concepto todavía más evocador y casi diríamos que inquietante: energía oscura.

No se tiene la menor idea de en qué consiste esta materia y energía oscura que ha sido inferida del comportamiento anormal de los movimientos de las galaxias a gran escala. Simplemente, es imposible que la materia ordinaria se comporte como se comporta si no hay otra materia y energía de naturaleza aún indeterminada que, en efecto, hace notar su campo gravitatorio -en el caso de la materia oscura que, como la materia normal, es atractiva- y su fuerza de repulsión -la energía oscura tiene la extraña propiedad de separar a las galaxias entre sí. Es decir, se sabe que ambas entidades existen, pero se ignora por completo en qué consisten, de qué están formadas, cuáles son sus resortes básicos. Nada. Se han hecho algunas suposiciones, que de momento no van más allá de eso, de suposiciones; y eso, las suposiciones, en ciencia, es casi lo mismo que decir nada.

Este desconocimiento descorazonador le hace uno considerar el paralelismo entre el funcionamiento del universo y lo que se sabe de él y la propia vida humana. Lo vemos, lo sentimos a diario en nuestras carnes. Nos levantamos cada día, desayunamos, vamos a trabajar, o a clase, comemos, tenemos amistades, amores, familia, degustamos ocio, dormimos. Todo ello muy tangible, muy corpóreo, muy medible. Incluso muy razonado. Todo eso que sabemos que está ahí, aunque tampoco lleguemos a comprenderlo del todo. Y todo ello suele ser repetitivo, rutinario, a veces maquinal. Son aquellas cosas que conforman nuestra vida y nos hacen ser lo que somos. No nos construimos tanto a partir de nosotros mismos, de un interior que vamos entregando al mundo exterior en variadas dosis; nos vamos haciendo a partir de las cosas que hacemos.

Hasta aquí, lo que podríamos comparar con la materia ordinaria. Pero, como en el universo, todos sabemos que en nuestras vidas hay mucho más que eso. Y sobre todo en el amor, ese terreno movedizo, insospechado e impredecible. En toda relación humana, en realidad, pero sobre todo en el amor, donde sólo sirve lo puro, donde solamente es tolerable un mantenimiento en las más altas cotas. El amor es, sin duda, lo más fuerte, pero también lo más delicado que existe. Cualquier aire extraño, un solo segundo de duda, lo echa todo a perder. El amor, en realidad, está más que cualquier otra cosa gobernado por una energía oscura. No se sabe lo que es, no se sabe cómo actúa. Quizá sea el instinto, o una conciencia supraterrena. No se sabe. Quizá no queramos saberlo. O sí.

Sí, parece que hay una energía oscura que nos gobierna y que hace que el mundo y nosotros mismos funcionen como funcionan. Pero no sabemos lo que es. Estamos llenos de dudas, cada segundo es una duda continua de lo que ocurrirá a continuación, de lo que está ocurriendo en ese segundo e, incluso, de lo que ocurrió en el pasado. Porque, al igual que en el universo, ni lo que pasó -lo que nos pasó- está claro. Las estrellas despiden luz y calor y mueren, los planetas rotan y giran alrededor de las estrellas, las galaxias giran sobre sí mismas y se mueven, alejándose unas de otras. Sí, pero, ¿y lo demás? ¿Qué pasa con ese anhelo indeterminado e insatisfecho? ¿Por qué esta tristeza vaga y repentina? Y, al revés, ¿qué son esos ínfimos instantes de alegría e ilusión inusitada? ¿Qué es esa energía oscura que no llegamos a aprehender? Aquella chica, ¿por qué no nos quiere, si somos todo lo que ella puede desear? ¿Y por qué no amamos nosotros a esa otra que colma todas nuestras aspiraciones? ¿Qué hay, qué no hay, qué es lo que falta, qué es lo que sobra?

Y, mientras nos entretenemos en intentar contestar a estas preguntas, sólo sabemos que somos polvo de estrellas: de ellas venimos y a ellas volveremos.

Imagen de cabecera: Galaxia del Sombrero, tomada por el Telescopio Espacial Hubble y situada a 28 millones de años-luz de la Tierra, en la constelación de Virgo. Se trata de una galaxia espiral descubierta en 1783 por el astrónomo francés Pierre Méchain. Como la inmensa mayoría de las galaxias lejanas, el espectro de su luz presenta un fuerte corrimiento al rojo. Se calculó que se está alejando de nosotros a una velocidad de 1.000 km/s. Este descubrimiento fue una de las claves que permitió corroborar que el universo se está expandiendo en todas direcciones. Esta imagen nos sirve para ilustrar cómo actúan las dos fuerzas oscuras: la energía oscura, que tiene un efecto de repulsión sobre las galaxias y por la cual el universo se está expandiendo -de ahí el mencionado corrimiento al rojo del espectro visible de cada galaxia-, y la materia oscura, que, con su efecto gravitatorio, permite que las estrellas -y toda la materia visible- de la galaxia se mantengan estables en sus órbitas alrededor del núcleo. Una de las preguntas fundamentales de la física actual es de qué está hecha esta materia oscura. Una vez descartado que se trate de materia ordinaria -protones y neutrones como los que forman a las estrellas o a nosotros mismos-, se cree que podría proceder de axiones y neutrinos (partículas elementales muy ligeras) o de algunas especies exóticas de partículas, como las WIMP (weakly interacting massive particles, partículas con masa ligeramente interaccionantes). Estas partículas han sido predichas por las teorías modernas de partículas elementales, pero todavía no han sido detectadas experimentalmente.

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