jueves, 27 de enero de 2011

CUESTIÓN DE FÍSICA


Uno nunca ha entendido muy bien la absurda y limitadora dicotomía en el saber entre hombres de ciencia y hombres de letras. Lo que se ha dado en llamar Humanidades, aquellas disciplinas en que el hombre y sólo el hombre es protagonista y hacedor -Filosofía, Historia, Literatura, Arte, Derecho, etc.-, no tienen más de humano que las Matemáticas, la Biología, la Química o la Física. Muy al contrario, creemos que no hay nada más humano que intentar explicar el mundo a partir de números y ecuaciones, y si es verdad que se podrá decir que de esta manera no se ha conseguido llegar a una respuesta satisfactoria, tampoco la Historia ni la Literatura ni, menos que ninguna, la Filosofía, han llegado a tan ideal objetivo.
En la búsqueda del hombre por la exégesis de un todo, esto es, la Filosofía, no hay materia más afín a ésta y que más pueda complementarla y ayudarla que la Física. Bien es sabido que para los griegos no había diferenciación entre ambas, y sólo la relativamente reciente especialización en el saber ha hecho dos materias de lo que antes era una sóla. A pesar de ello, Filosofía y Física se confunden de tal manera que muchas veces es imposible diferenciar las sustancias de lo que les corresponde a cada una, y hay que ponerle mucha imaginación, quizá mucha más que leyendo la Crítica de la Razón pura de Kant, para siquiera empezar a comprender la Teoría de la Relatividad. En la vida, en el amor, no es cuestión de Química; es cuestión de tangible, corpórea e infinitamente fascinante y evocadora Física, y, sobre todo, de Astrofísica.
Podríamos establecer multitud de equivalentes entre el funcionamiento del Universo y el nuestro propio. “Principio de incertidumbre”, “horizonte de sucesos”, “entropía” o “radiación de fondo” son términos científicos que bien valdrían como excelentes y líricos títulos de novelas. Pero nosotros apuntaremos un ejemplo bastante sencillo: el del funcionamiento de las estrellas. Al fin y al cabo, estrellas y humanos somos exactamente lo mismo. Simplificando, diremos que en las estrellas actúan dos fuerzas contrarias que son las que la mantienen en equilibrio durante la mayor parte de su vida. Por un lado, está la atracción gravitatoria, que tiende a colapsar la estrella sobre sí misma; y por otro, está el calor provocado por las reacciones nucleares de su interior, que contrarrestan la poderosa gravedad y mantienen a la estrella con un tamaño y temperatura constantes a lo largo de miles de millones de años.
¡Cuánto de humano y complejo hay en el funcionamiento de las estrellas! Se diría que en nuestro interior actúan también dos fuerzas. Una, la tristeza y otras dolencias del espíritu, que podríamos relacionar con la gravedad y que hacen que tendamos a colapsarnos sobre nosotros mismos, hasta llegar, muchas veces, a un agujero negro, que no es otra cosa que la atracción gravitatoria llevada al extremo: una cantidad inimaginable de masa concentrada en un espacio infinitamente pequeño, creando un campo gravitatorio tan intenso que ni siquiera los fotones de luz pueden escapar de él. Y por otro lado está la otra fuerza, esos instantes de felicidad completa que se encuentra uno “al doblar una esquina”, como dijo Borges. Ramalazos de ilusión infinita y amor inconmensurable por todo lo conocido, un cuanto de luz espiritual que no sabemos de dónde viene ni a dónde fue, pero que evita la capitulación, el colapsamiento. Estos fogonazos, que podríamos comparar con el calor procedente de las reacciones nucleares en los núcleos de las estrellas, nos expanden desde dentro y procuran que podamos continuar con nuestra vida más o menos dentro de los estrechos cauces del equilibrio. Puede que se trate de la tranquilidad de conciencia o, lo que es lo mismo, simplemente de la toma de conciencia. Porque tomar conciencia de algo supone automáticamente tranquilizarla.
Todos somos estrellas, en realidad. Nacemos, vivimos según las posibilidades de cada uno y morimos de las más variadas formas. Supernovas, enanas blancas, estrellas de neutrones y agujeros negros son muertes estelares que tienen su correlación con las muertes humanas. Sólo hay que echarle un poco de imaginación, porque la existencia, muchas veces, no es más que cuestión de Física.

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