(Crónica escrita al compás de los acontecimientos, a modo de cuaderno de campo, y publicada en la web de baloncesto http://www.zonadostres.com/ la noche del 24 de marzo de 2011)
Con todos ustedes, una historia de amor y desamor, de desdenes y caricias, de momentos de magia y otros no tan agradables, porque eso es el amor, no saber fatalmente si tenemos lo que ya tenemos y estar temblorosamente seguros de ganar lo que tenemos perdido. Eso es el amor, y el basket también, claro. Presentemos a los personajes de esta obra que ha acontecido hoy en el teatro de la Caja Mágica, en Madrid. Él, hoy en su casa, viste de blanco y es un Don Juan venido a menos. En otro tiempo tuvo muchas conquistas, por las que todavía es conocido en Europa entera, pero en los últimos tiempos -en los últimos quince años para ser más exactos- no se come un rosco. La sequía es pertinaz, y aunque de vez en vez recuerda con nostalgia y orgullo sus exitosos amores del pasado, ahora lucha por reencontrar su identidad. La oportunidad que se le presenta ahora de regresar al trono, a los focos, es única: una bella muchacha, tres citas en su casa, donde se siente fuerte, y dos fuera, donde suele vacilar. Y ella, la bella muchacha, que lleva traje naranja -un poco feo, hay que decirlo-, y que no es nada en el ámbito continental. Nunca ha desplegado sus encantos en la gran pasarela de la Final Four, pero ahora esta joven delicadeza está decidida. Bajo su aspecto lindo esconde dureza de espíritu y saber hacer y, sobre todo, tiene un buen mentor (Pesic) y un arma letal: Cook.
Acto primero: ¿TÚ OTRA VEZ?. Los dos enamorados se dieron cuenta nada más pisar la cancha que se habían visto en alguna otra ocasión. No muy lejana, recordaron, y podía ser incluso que vivieran no demasiado lejos uno del otro en la misma ciudad. Eran del mismo barrio, casi seguro, y poco a poco fueron acordándose de pasados encuentros antes del actual, el más importante de todos. Hace no mucho tuvieron oportunidad de conocerse en un lance de trapío, una semifinal de Copa, después en casa de ella y hace menos aún, el primer partido de la serie, en casa de él. No quedó la cosa definida. Así, ella, conociendo pasados enfrentamientos, decidió que lo mejor era variar de estrategia y sacó dos pívots -Javtokas y Lishchuk- para tapar su parte más vulnerable, la zona, que fue donde falló. Si se repetía la historia, el fracaso era casi seguro. No le fue mal al principio, pues, y contestó las primeras canastas interiores del contrincante (4-4). Con ambos buscando a los interiores, el corazón mismo, que es donde se hace año, él consiguió hacer daño acercándose a ella (Reyes, Tomic). Ella también, consciente del poderío de sus pívots. La igualdad era máxima (11-10, minuto 4) y, lo que son las cosas, donde el otro día ella falló (el rebote ofensivo) hoy lo hizo mucho mejor que su rival. Así es; ella, escarmentada, controlaba el rebote en la canasta contraria. Mediado el primer cuarto de la cita él amagó con marcharse, para desespero de su amante (19-11, minuto 9). No era más que humo, ganas de darse tono, porque en apenas un minuto, en lo que dura una mirada penetrante, ella, gracias a segundas opciones y a la mano de Savanovic, se colocó a rebufo (19-17).
Acto segundo: ÉL Y ELLA, NI ÉL NI ELLA. En condiciones de supervivencia -y el amor es una supervivencia continua- a veces hay que dar cabida a la sorpresa. Así lo hizo él, que sacó una arma inédita en otras ocasiones: Velickovic. El serbio engarzó cinco puntos consecutivos que le hicieron crecerse (31-22, minuto 25). Fue, sin lugar a dudas, el mejor momento de la cita para él. Todo fluía cuando tocaba la iniciativa y, cuando ella le buscaba los puntos débiles, respondía con suficiencia, esto es, defendía. Ella optó por la misma táctica, y si él era con Nole, ella lo fue con Cook. Dos triples consecutivos del base americano (para una serie final de 5 de 5, 20 puntos) estrecharon las cosas (33-30, minuto 18). Él pudo ganársela, pero no aprovechó la opción. Y quizá se arrepintiera luego, en el amor nunca se sabe cuándo se tendrá una segunda oportunidad; ni siquiera se sabe si se tendrá. Otro triple de Richardson confirmó la igualdad. Otra vez toma y daca, otra vez frases entrecurzadas sin sentido definido, para ver quién de los dos cedía. De momento, ni uno ni otro. Él, por delante; ella, por detrás, parecía que con más seguridad. Un triple de Vidal sobre la bocina finiquitó el segundo acto. Abajo el telón, y descanso. El público, expectante y nervioso, muy nervioso, ante lo que podría pasar a la vuelta.
Acto tercero. TE MIRO DE LEJOS, ES MEJOR. En la segunda parte de la cita él pareció decidido a lanzar el ataque definitivo. Una canasta de Reyes y un triple de Llull así lo confirmaban (43-35, minuto 21). Y él, quizá pensando en su vanidad que todo estaba hecho, se relajó. Ella empezó a lanzarle miradas lejanas, a modo de bombas, que a él le coartaron. Toda su seguridad anterior desapareció. Cuatro triples consecutivos (dos de ellos de Cook) hicieron que las tornas cambiaran definitivamente (45-49, minuto 26). Ahora, la iniciativa era de ella, sin que por ello él siguiera ofreciendo lo mejor de sí (50-49, minuto 27). Era una lucha preciosa entre dos grandes almas, que nada se guardaban ya. Así ocurre a veces en el amor, y es entonces cuando se verifica el futuro de la relación. Ella, qué duda cabía, estaba más segura de sí, más consciente de sus virtudes y defectos, así como los de él. Se conocen ya demasiado bien. De Colo y Rafa Martínez, con un triple y un dos más uno respectivamente, ampliaron el espacio que se abrió entre ambos (52-57) y el tercer acto se va con un inquietante para la Caja Mágica 54-59.
Acto cuarto. ABRUPTO FINAL. Después de otro descansito, él repitió actuación y volvió a la carga. Fue entonces cuando decidió tirar de lo mejor de su repertorio: la pasión. Decidió, en suma, tirar de Llull. El menorquín se convirtió en el sostén por el que él se mantuvo con opciones hasta poco antes del final. El ambiente se le puso propicio: las luces como le gustan, estridentes gritos de ánimo oídos en su cabeza. Atmósfera propicia para él (64-62, 66-64, minuto 35). Pero ella, claro, sabía de qué iba la historia y no se dejó acaramelar tan fácilmente. Iba a ser necesario algo más que el ambiente para que cayera rendida a sus pies. Un triple de Richardson amagó con echar todo al traste (66-69). Cualquier pequeño gesto, cualquier palabra fuera de tiempo, cualquier mirada blanda, podía resultar fatal. Y tres puntos eran muchos. A base de pasión, a base de Llull (18 puntos), y de alguna acción afortunada (triple de Prigioni), él encaró la madrugada, los últimos compases de la cita, en franquía (72-71, minuto 37). Mas de nuevo fue desarmado por las miradas lejanas de ella. Un triple de Savanovic le puso por detrás y lo que es peor, le puso nervioso. Y de esa ya no se recuperó. El final fue un concierto de despropósitos en la retaguardia de él y de aciertos fatales de ella. Un triple de Cook, el último de su formidable serie, le mató (74-78). Y él, aunque consciente de que seguro habría más opciones, se retiró cabizbajo, dolido, porque oportunidades así se le han presentando en los últimos años muy de vez de cuando. Nunca, pensó. Ahora me toca jugar fuera de mi casa. Y yo, pensó ella, voy a ser implacable en la mía. Pero quiero verte, cariño. No me falles.
FICHA TÉCNICA:
Real Madrid 75 (1): Prigioni (6), Llull (18), Suárez (5), Reyes (8), Tomic (6) -equipo inicial-, Mirotic (7), Velickovic (7), Begic (-), Vidal (3), Fischer (6), Arteaga (-) y Tucker (9).
Power Electronics Valencia 81 (1): Cook (20), Martínez (12), Richardson (17), Lishchuk (5), Javtokas (4) -equipo inicial-, Simeón (-), Navarro (-), Pietrus (9), De Colo (9) y Fernández (-).
Parciales: 19-17, 19-18, 16-24 y 21-22.
Árbitros: Martín (ESP), Christodoulou (GRE), Jovcic (SRB).
Incidencias: Segundo partido del playoff de cuartos de final de la Euroliga disputado en la Caja Mágica ante 10.112 espectadores.
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