miércoles, 22 de diciembre de 2010

...

El día estaba agotado pero, antes de irse a dormir, aún buscaba algo que le diera sentido...

No ha dejado de llover en todo el día. Sigue haciéndolo. Se escucha el repiqueteo de la lluvia contra el cristal. Es uno de los sonidos más intraquilizadores que existen, sólo comparable al de un niño llorando en un lugar público. El día, un día de absoluta soledad, ha avanzado gris, lento y doloroso. Llevaba mucho tiempo sin desazonarme por un día así. La soledad ha sido en los últimos tiempos una bendición más que un sufrimiento. Lo que más podía desear era toda una tarde por delante para leer bajo una luz pálida y amarilla y con la ventana cerrada a cal y canto. Ha sido un otoño disfrutado en su tranquilidad, en su sosiego. Hoy podría haber sido una de esas tardes, pero no. He leído un rato pero he sido incapaz de seguir, y eso que el libro -Nuevas andanzas y desventuras del Lazarillo de Tormes, de Cela- me está gustando. Pero he tenido que levantarme, mirar por la ventana y, ya que no por la calle, pues llovía, dar una vuelta por la casa, donde no había nadie, y que era un concierto de húmedos crujidos. La hora de la cena estaba lejos aún y en torno mía se ha abierto un hueco tan inmenso que sólo el final de esta jornada podrá cerrar. Lo peor es que me he sorprendido en el Facebook esperando a que llegara alguien con quien hablar. Luego he querido escribir algo, no sabía qué. ¡Qué horror! ¿Qué ha sido hoy? Nada, no ha sido nada. Ni siquiera esto que estoy escribiendo es algo. Un mirlo y un jardín imaginados, algún vídeo de baloncesto que he visto en internet, es lo único que ha sido algo hoy. Eso, y que la chica de la tahona me ha preguntado si sigo siendo pobre. Al principio no sabía a qué se refería, luego me he dado cuenta de que se refería a la lotería. Es la primera pregunta un poco personal que me hace en todo este tiempo, desde que compro en su tahona. No, pensándolo mejor no es una pregunta nada personal. Todo el mundo pregunta lo mismo el día de la lotería, qué coño. Pero sí que es necesario que, para preguntarlo, el interlocutor se haya inmiscuido, aunque sea un poco, en la rutina del que pregunta. También he estado releyendo partes del diario de años anteriores, y me he dado cuenta de que estos días anteriores a Nochebuena siempre son tristes y grises. Parece claro que hay épocas, días, más propicios para nosotros que otros, y que en general el esquema, la trayectoria, se cumple año a año. Es cierto. Tirando de archivo, parece claro que después del 19 de diciembre y hasta el 25 o 26 hay unos días de depresión general en mi mente y organismo. Léase, si no, lo que escribí en el diario hace exactamente un año:

"Todo esto es muy triste. Anochece en el día más corto del año, el cielo está nublado y la nieve sigue arropando los parques de la ciudad. Estoy sin ganas de leer, mejor dicho sin el sosiego necesario para leer, viendo un partido amistoso del Barça en no sé dónde. Fuera hace un frío horrible que se siente a través de la ventana, lo cual elimina la posibilidad de un paseo tranquilizador. El aburrimiento es mortal. Lo de “mortal” no es una exageración, ni una palabra de cara a la galería, ni una frase hecha. El aburrimiento, más que otra cosa, puede matar, de hecho mata más de lo que imaginamos. El aburrimiento es la primera causa de muerte en el mundo."

Será la entrada del invierno, que el cambio de estación produce chirridos en el planeta, en el devenir de las cosas, que nos afectan, yo qué sé. Habrá que pasar estos días, pues, y esperar a que lleguen otros mejores. Empezando por mañana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario