sábado, 13 de noviembre de 2010

LAS LEJANÍAS DE LA CAJA MÁGICA


(Artículo publicado en la web de baloncesto Zona Dos Tres el 11 de noviembre de 2010)
La afición madridista ha dictado sentencia: no quiere seguir en la Caja Mágica. El domingo pasado, en un ambiente festivo tras la paliza propinada al Lagun Aro, el locutor avanzó el siguiente partido, el de hoy jueves contra el Brose Baskets en la Caja Mágica, a lo que el respetable respondió con una sonora pitada.
Es curioso que la afición madridista al baloncesto, que tantas decepciones deportivas se ha llevado en los últimos años sin mostrar un gran descontento, alce ahora la voz tan desusadamente por el tema de la casa. La Caja Mágica, una instalación moderna y grandiosa, no gusta. Varias son las causas para tan evidente animadversión, que podríamos resumir en tres: el mal acceso, tanto en coche como en transporte público, la inseguridad (varios han sido los robos a coches ocurridos en un entorno oscuro y solitario) y, ante todo, la frialdad ambiental provocada por el exceso de metal y la barrera que suponen los palcos VIP´s.
El último es, a nuestro juicio, el gran pero que se le puede poner al pabellón a la hora de ver y jugar baloncesto. Bien es cierto que, al ser una cancha de tenis, deporte señorial en el que, por tradición, la presión de público adquiere una relevancia secundaria, la instalación está así preparada: los palcos VIP´s, a pie de pista. Sería costoso hacer un cambio y desmantelar todo ese andamiaje metálico que tanta frialdad transmite, tanto in situ como por televisión, pero el Real Madrid no puede permitirse ninguna concesión a este respecto. Necesita, más que nunca, que la gente, que su gente -que no es tan poca como muchas veces se quiere hacer ver- esté con ellos, tanto moralmente en forma de apoyo como físicamente con su cercanía.
Alejar al aficionado, al verdadero aficionado -al que grita, al que comenta, al que se indigna, al que se levanta del asiento- de la primera línea de acción es una medida desastrosa y poco inteligente. Si miramos un poco alrededor, no hay una sola cancha importante -ni, menos aún, humilde-, en todo el mundo donde se haya perpetrado tal despropósito. En la NBA, donde más saben de todo esto, ni se les ha ocurrido. Por televisión se aprecia la esplendorosa imagen del público, de la gente, a escasos metros de los jugadores y a escasos centímetros de los banquillos. La grada rebosante de cabezas apretadas. En Estados Unidos saben que es el aficionado medio el que sustenta el negocio, y que granjearse las enemistades de la opinión pública equivale a desmoronar el imperio. Jack Nicholson o Spike Lee, en efecto, están en primera fila. Pero están sentados en una silla normal, pequeña, sin separaciones de aluminio con sus colegas de grada. Y, además, protestan y se apasionan tanto o más que el camarero que en el segundo anfiteatro ve el partido con sus hijos.
En este horror que, a nuestro entender, suponen los palcos VIP´s de la Caja Mágica, salen todos perdiendo, a excepción, claro es, de los adinerados que ocupan sus localides en tal egregia ubicación. Primero, salen perdiendo las competiciones, tanto la ACB como la Euroliga, pues su producto queda seriamente devaluado una vez se le despoja de la pasión inherente a cualquier evento deportivo de primer nivel. El Real Madrid, lo queramos o no, es una institución de gran prestigio, que por su mera presencia otorga importancia a cada partido que juega, y para la competición europea y nacional no es inteligente en los tiempos que corren que ese club, tenedor de una prodigiosa trayectoria, pierda un ápice de protagonismo. Segundo, sale perdiendo el propio equipo, que ve diluido buena parte del factor cancha con el que todo competidor al máximo nivel debe contar. Y tercero, y como complemento de esto último -ambos se alimentan recíprocamente-, sale perdiendo el aficionado, al que no podemos dejar de aludir, y que si ahora va a disgusto a la Caja Mágica, finalmente terminará por no ir.
Dijo Ortega y Gasset que el hombre se mueve por razones líricas. Las razones líricas del aficionado a la hora de ir a ver cualquier evento deportivo pueden resumirse en una: pasar un buen rato. Ir con un amigo, hablar de sus cosas, tomarse algo, ver de cerca un buen espectáculo. Y no hay nada más épico y, por tanto, más lírico, que ir a ver un partido de baloncesto. Si el partido es bueno e igualado, pocas cosas hay tan embriagadoras como la comunión entre grada y equipo. Los palcos VIP´s son un grave impedimento para el disfrute, y el aficionado protesta. ¿Por qué no hacer caso a ese aficionado y, si no es posible el traslado a otro escenario, cambiar lo que sea menester para que equipo y afición encuentren aún más motivos para unirse? Evidentemente, los dirigentes madridistas habrán pensado en ello, creyendo, quizá, que los dañinos palcos VIP´s iban a pasar desapercibidos. No ha sido así. Debemos recordar que los palcos VIP´s ya arruinaron el Eurobasket 2007, cuya fase final se celebró en el Palacio de los Deportes de Madrid. La imagen de la televisión, con todos esos sofás color beige ocupando la tribuna principal y matando la atmósfera que merecía tal evento, era pavorosa. Aún hoy nos estremecemos al recordarla, y más aún se estremece el madridista, jugador y aficionado, al ver que es el único equipo de baloncesto del mundo que tiene palcos VIP´s a pie de pista.
Urge, por tanto, un cambio. O traslado de la Caja Mágica o reubicación de los palcos VIP´s. Continuar como hasta ahora sería un desastre para la sección. El Real Madrid necesita, más que nunca, el apoyo de su masa social. La fugaz visita del domingo al caliente Madrid Arena les ha abierto aún más los ojos. Viene el invierno, vendrán los grandes eventos, y quieren calor. Quieren el calor de la épica y la lírica, porque si el baloncesto, si cualquier deporte, pierde el lirismo, si pierde aquello que lo une a la gente, está muerto. Muerto de lejanías.

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