domingo, 28 de noviembre de 2010

LARRA VIVIÓ 10.188 DÍAS


"Pero Dolores Armijo suponía en aquellos momentos todo. Cuando un hombre en las circunstancias de Larra pide su amor a una mujer, no la pide sino que le devuelva a gritos de pasión su propio yo, el yo que la ofrece, el yo miserable y terrible que duda, que tiembla y que parece caminar ciego y sordo por la sordera y la ceguera del mundo en que vive.
Larra le entrega su amor en última instancia. Nunca se me olvidarán aquellas palabras que un excelente poeta, un excelente hombre, Ramón de Basterra, nos decía a sus amigos en los últimos meses de su vida: “Repetidme siempre que soy un magnífico escritor, dedidme que mis versos son muy buenos... A vosotros no os cuesta nada... y a mí me hace muy feliz”.
Y eso y mucho más que eso pedía aquel pobre grande hombre de Fígaro a la mujer que tomó como pretexto y fin de consideraciones vitales: “Mírame a los ojos y devuélveme mis ojos para que me convenza de que los tengo. Devuélveme mi amor, mi genio y mi fortuna, que se me borran en la soledad española. Dime que soy, que existo, que alguien ve cómo vivo, pienso y amo”.
No le supo decir nada de aquello Dolores Armijo, aquella mujer que tenía un nombre que mejor le iba a Larra y un apellido que se hacía entonces sinónimo de España. No se lo supo decir aquella Dolores Armijo, aquella Dolores España que le puso una pistola en la mano un lunes de Carnaval."

César González-Ruano. Del artículo Larra o la agonía del ansia, publicado el 12 de junio de 1932.

No hay comentarios:

Publicar un comentario