5 de julio
Faltan 27 días. Hoy ha empezado el Tour. Todos esperan que lo gane Olano, y yo también. Se parece mucho a Induráin: es grande, fuerte, buen contrarrelojista, es del norte e incluso la nariz es también grande y un poco aguileña. En el prólogo no lo ha hecho mal, ha quedado quinto creo, pero se esperaba más. Ha ganado Boardman. Tres semanas es lo que dura el Tour. Termina el 27. Entonces sólo quedarán cinco días para que Cynthia vuelva del pueblo. Viéndolo así, tampoco es tanto y no tiene por qué hacerse tan penoso. De la mano del Tour, seguro que estas tres semanas se me pasan volando, y además, el ánimo irá subiendo por cada día que pase al ver más cerca la meta, y si hoy, cuando sólo ha pasado un día desde que se fue, no me encuentro tan mal, es de esperar que a partir de ahora todo vaya a mejor.
Hoy hemos ido a Getafe a ver a Luisa y Florentino. También han ido Berto, sus padres y su hermana. Lo he pasado bien, como siempre que nos juntamos. Hemos jugado al fútbol y por la noche, después de cenar, hemos visto películas manga que nos ha sacado Rubén. Nos hemos ido muy tarde, sobre las cuatro de la mañana. Ahora son casi las cinco, y tengo mucho sueño, pero me apetecía escribir. Le he contado a Berto lo de Cynthia. Luisa, como de costumbre cuando me ve, me ha preguntado si tenía alguna "novieta" por ahí, y yo, henchido de orgullo, le he dicho que sí, que algo hay. En ese momento he sido consciente de que, efectivamente, es mi novia, y dentro de mí ha nacido esa sensación que a veces tenemos de dicha inquebrantable por el presente y el porvenir. Algunas veces me pregunto a qué se deben esos instantes, que en realidad son los que nos sustentan. Quizá sea una comunicación, una comunión momentánea y casual entre nuestro cerebro material y ese Ser, ese Algo etéreo que todo lo controla y que está siempre y en todas partes.
6 de julio
Faltan 26 días. Inauguración de la temporada de piscina. Para mí, se entiende. He bajado con Pepe por la mañana y por la tarde. No estoy tan optimista como ayer, en algún momento me ha asaltado algún pensamiento angustioso, pero se ha ido rápidamente. Al menos cuando estoy con alguien u ocupado el tiempo parece avanzar un poco más deprisa, por eso la piscina me va a aliviar de muchos sufrimientos.
7 de julio
Desde que se fue, llevaba varios días con la idea de llamarla. Han pasado cuatro días, y hoy he creído oportuno hacerlo para saber qué tal había ido el viaje, qué tiempo hace por allí y demás, aunque todo eso naturalmente era una excusa para hablar con ella. Era la una y media de la tarde cuando agarré el teléfono y, decidido y a la vez nervioso, marqué el número del pueblo. Ella misma me lo cogió. Su voz parecía alegre, lo cual me dio ánimos extra. Hablamos durante quince minutos más o menos sobre cosas banales, qué tal todo por allí, el viaje muy largo, por aquí bien, mucho calor, menos mal que tengo piscina y demás zarandajas. Sobre mi mente gravitaba constantemente una frase que no se atrevía a salir de mis labios: "te echo de menos, tengo muchas ganas de que vuelvas". ¿Pensaría ella lo mismo? En ese momento estaba seguro de que sí.
Hoy hace un calor horrible y mirando por la ventana en esta hora de la siesta el tiempo parece haberse detenido. Ni un alma pasea por la calle y sólo el rumor momentáneo de algún coche rompe la calma estival. Todo está siniestramente estático. Ni las ramas de los árboles hacen el más leve movimiento, ni se ven pájaros volando ni ninguna nube mancha el cielo abrasado. ¿De verdad se habrá detenido el tiempo? Peor aún, parece como si, en vez de avanzar, el tiempo retrocediera cada minuto que pasa. ¿Es real lo que estoy viendo en el rejoj de mi habitación? ¿Es posible que las manecillas vayan hacia la derecha en vez de hacia la izquierda? Creo que mi cerebro me está jugando una mala pasada. Pero no, lo veo nítidamente, el minutero vuelve sobre sus pasos, y el segundero también, y...
Llevábamos diez minutos hablando, durante los cuales yo ya era feliz por el simple hecho de escuchar su aterciopelada voz, cuando de repente se me vino encima una avalancha de tiempo. "Sebastian, al final me quedo aquí otro mes más, hasta septiembre", me dijo. No reaccioné a esas palabras, dichas con tono de disculpa, y sólo acerté a responder con un ahogado "¿qué?", aunque sabía perfectamente lo que acababa de oír. Ella repitió la misma frase con el mismo tono de disculpa macerado con una pizca del cansacio de aquel que, desganado, repite una cosa a su despistado interlocutor. Quedé callado unos instantes que se hicieron lentos y pesados, y que quizá eran los primeros ladrillos de este inmenso edificio de tiempo que hay que levantar a partir de hoy. Un edificio faraónico, de construcción farragosa y que debo fabricar yo solo.
Hablamos poco más antes de despedirnos sobre cosas superfluas que nada tenían que ver con mi interior estado de zozobra. Intenté esconder mi colosal decepción, pero creo que se notaba que mi voz tenía un hilo apagado y perezoso. El suyo, y eso es lo que más me duele, me parecía que en absoluto concordaba con el mío, y diría que había un punto de lástima, de dolorosa lástima por un sentimiento que no es compartido. "Te llamaré la semana que viene", fue lo último que me dijo. Nada nás colgar miré por la ventana de mi habitación y me quedé un buen rato contemplando ensimismado este paisaje tórrido e inquietantemente inmutable. Ahora mientras escribo miro de nuevo el reloj de la pared y compruebo que es cierto: las manecillas vuelven sobre sus pasos.
Hoy, 7 de julio, faltan 55 días para volver a verla.
8 de julio
Faltan 54 días. Hoy me he levantado tarde, anoche me costó bastante dormir, la imagen de Cynthia divirtiéndose en su pueblo no dejaba de revolotear sobre mi cabeza. Y mientras yo aquí, pensando cada minuto en ella y en el reencuentro. Aunque a lo mejor me estoy equivocando y ella se ha quedado allí obligada y está tan impaciente como yo por volver a vernos. Sería lo lógico, es mi novia, y tampoco tengo elementos para pensar lo contrario. Por la mañana he bajado con Pepe a la piscina y le he contado lo que me dijo ayer Cynthia. Dudo que él comprenda cómo me siento, uno se puede imaginar los padecimientos de otro, pero si no los siente o los ha sentido en carne propia, es como si nada. Por la tarde he vuelto a bajar a la piscina. Se ha bajado también J. C. Por la noche he estado jugando a las cartas con Dani y viendo la tele.
9 de julio
Faltan 53 días. Otro día más que ha pasado y que ya no volverá... o eso espero. Buena noticia: mañana viene Berto con sus padres y se quedará unos días. Hoy por la mañana he bajado a la piscina con Pepe y J. C. y por la tarde hemos dado una vuelta con todos éstos por Tirma. He escuchado algunos comentarios jocosos de R. J., J. R. y alguien más sobre Cynthia, insinuando que me iba a poner los cuernos y demás. He optado por no hacer caso y pasar del asunto, fingiendo que me hacía gracia, aunque por dentro ardía de rabia por escuchar tales tonterías. ¡Si ellos supieran cómo me siento! Pero no, mejor que no lo sepan, si no sería aún peor.
10 de julio
Faltan 52 días. Son casi las tres de la mañana, y escribo en casi el único momento libre que he tenido en todo el día. Hoy ha venido Berto con sus padres. Han llegado sobre la una de la tarde, y casi todo el día lo hemos pasado en la piscina, jugando con la pelotita en el césped, aunque el socorrista ha terminado por quitárnosla porque decía que molestábamos a las viejas. Hemos comido en el bar de la piscina, y después de comer hemos subido a casa. Por la tarde hemos estado todos pendientes de la televisión, pues según han dicho ETA ha secuestrado hoy a un concejal del PP de un pueblo del País Vasco. Miguel Ángel Blanco se llama. Los etarras dicen que si en 48 horas el Gobierno no acerca los presos de ETA a las cárceles vascas lo matarán. Qué hijos de puta. Vicente estaba muy indignado y no se ha despegado de la tele en toda la tarde. No entiendo nada de lo que pasa. He tenido tentaciones de llamar a Cynthia, pero me dijo que me llamaría ella. Espero que lo haga pronto. Hoy al menos el día ha pasado algo más rápido, pero echando la vista atrás compruebo que sólo ha transcurrido una semana desde nuestra última cita. Una semana que parece un siglo.
11 de julio
Faltan 51 días. Es muy tarde, son más de las tres de la madrugada. Hoy la jornada ha sido parecida a la de ayer. Hemos pasado todo el día con Berto. Muy pronto hemos bajado a la piscina, hasta la hora de comer. También han bajado Pepe y J. C., pero no hemos estado juntos, sino ellos dos por un lado y Berto, Dani y yo por el otro. En casa, mientras comíamos, hemos visto las noticias. No han soltado a Miguel Ángel Blanco y se han convocado manifestaciones multitudinarias para pedir su liberación. Las calles de Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Ermua estaban atiborradas. Era emocionante ver todas esas manos blancas levantadas y oír esos millones de gargantas cantado "¡libertad!" Por la tarde, de nuevo a la piscina. Me aburre ya tanta piscina. Y por la noche Berto y yo hemos hablado de chicas y le he contado mis padecimientos con Cynthia. Tengo la sensación de que nadie me comprende, creo que no voy a hablar a nadie más del asunto.
12 de julio
Faltan 50 días. Es la una de la madrugada. Hace media hora más o menos que Berto se ha ido. Han sido dos días con él muy entretenidos y que han servido para que, al menos, el tiempo pasara un poco más rápido. Hoy hemos vuelto a pasar toda la mañana en la piscina. A la hora de comer han venido los padres de Berto. Hemos comido en el bar de la piscina, pero pronto hemos subido a casa para ver las noticias. A las cuatro de la tarde expiraba el plazo que dieron los terroristas. Si a esa hora el Gobierno no había tomado la decisión de desplazar los presos, Miguel Ángel sería asesinado. Los cabronazos no se han andado con chiquitas. Se ha encontrado su cuerpo en un bosque, con un tiro en la cabeza. Han vuelto a convocarse manifestaciones, una de ellas en Ermua. La multitud ha recibido en directo la trágica noticia. Una señora lo decía desde un balcón, y, al momento, se extendió por la plaza del pueblo un grito de dolor que helaba la sangre. Se me ponía la carne de gallina. La hermana, una chica de gafas, lloraba desconsolada y daba las gracias a la concurrencia. A mí se me ha saltado alguna lágrima, y en el salón todos miraban la tele en silencio. Vicente se tapaba la cara con las manos. Ha permanecido así durante un rato bastante largo. Viendo problemas como éste me doy asco a mí mismo por estar triste por el hecho banal de que mi novia esté de vacaciones lejos de mí. Pero no puedo evitarlo. Al parecer Miguel Ángel estaba con vida cuando lo encontraron, pero las probabilidades de supervivencia son mínimas. Berto y sus padres se han ido sobre las doce y media de la noche, y hasta esa hora hemos estado en mi habitación hablando de fútbol y recordando nuetras gestas ciclistas en el pueblo.
13 de julio
Faltan 49 días. ¡Menos de 50! Finalmente Miguel Ángel murió anoche. Ahora son las once de la noche. Después de la visita de Berto la rutina diaria ha vuelto por sus cauces habituales. Por la mañana he bajado a la piscina con Pepe y por la tarde hemos dado una vuelta por Tirma. Hoy parece que me han dejado un poco en paz con el tema de Cynthia. Nadie se ha ido de vacaciones todavía excepto ella. ¿Por qué tan mala suerte?
14 de julio
Faltan 48 días. Hoy estoy de buen humor. Es día 14 ya, ha pasado una semana desde que Cynthia me dio la mala noticia de que su ausencia se prolongaba y estamos casi a mitad de mes. Afortunadamente el tiempo pasa lento pero inexorable. Lo que pasa es que hubiera estado bien haber podido disfrutar este verano con ella. Bueno, ya llegarán más. Porque estoy seguro de que el año que viene seguiremos juntos. Esto no habría ni que decirlo, porque está escrito. Lo único, ¿por qué no me llama? He decidido que mañana lo haré yo. Hoy ha empezado la montaña en el Tour. Olano lo ha pasado mal, se descolgaba en los puertos, pero sigue en la pomada. Si aguanta un poco, luego podrá machacar en la contrarreloj.
15 de julio
Faltan 47 días. ¡Qué vergüenza! De entre todos los actos lamentables que he hecho en mi vida, el de hoy sin duda se lleva la palma. ¿Cómo he podido hacer algo así? Me da hasta vergüenza escribirlo, pero si quiero que este diario sea verdadero, no me queda otro remedio. No hay que amputar la realidad, eso sería miserable. Ayer escribí que había decidido llamarla hoy, y eso es lo que he hecho. Eran sobre las dos de la tarde. Marqué el número, sonaron dos, tres, cuatro tonos, mi corazón se disparó, y al fin al otro lado sonó una voz femenina. Era su madre. Azorado, no acierto a comprender por qué empecé a hablar con voz de chica. ¡Con voz de chica! Pero ya que había empezado, no podía echarme atrás. Pregunté por Cynthia, su madre me dijo que se había ido al río, que le dejara recado. Dije que era Marta. "¿No eres un chico?", preguntó ella. Yo respondí con un "no, no" que debió de sonar inmensamente ridículo, y me apresuré a colgar sin despedirme. Absolutamente lamentable.
Faltan 27 días. Hoy ha empezado el Tour. Todos esperan que lo gane Olano, y yo también. Se parece mucho a Induráin: es grande, fuerte, buen contrarrelojista, es del norte e incluso la nariz es también grande y un poco aguileña. En el prólogo no lo ha hecho mal, ha quedado quinto creo, pero se esperaba más. Ha ganado Boardman. Tres semanas es lo que dura el Tour. Termina el 27. Entonces sólo quedarán cinco días para que Cynthia vuelva del pueblo. Viéndolo así, tampoco es tanto y no tiene por qué hacerse tan penoso. De la mano del Tour, seguro que estas tres semanas se me pasan volando, y además, el ánimo irá subiendo por cada día que pase al ver más cerca la meta, y si hoy, cuando sólo ha pasado un día desde que se fue, no me encuentro tan mal, es de esperar que a partir de ahora todo vaya a mejor.
Hoy hemos ido a Getafe a ver a Luisa y Florentino. También han ido Berto, sus padres y su hermana. Lo he pasado bien, como siempre que nos juntamos. Hemos jugado al fútbol y por la noche, después de cenar, hemos visto películas manga que nos ha sacado Rubén. Nos hemos ido muy tarde, sobre las cuatro de la mañana. Ahora son casi las cinco, y tengo mucho sueño, pero me apetecía escribir. Le he contado a Berto lo de Cynthia. Luisa, como de costumbre cuando me ve, me ha preguntado si tenía alguna "novieta" por ahí, y yo, henchido de orgullo, le he dicho que sí, que algo hay. En ese momento he sido consciente de que, efectivamente, es mi novia, y dentro de mí ha nacido esa sensación que a veces tenemos de dicha inquebrantable por el presente y el porvenir. Algunas veces me pregunto a qué se deben esos instantes, que en realidad son los que nos sustentan. Quizá sea una comunicación, una comunión momentánea y casual entre nuestro cerebro material y ese Ser, ese Algo etéreo que todo lo controla y que está siempre y en todas partes.
6 de julio
Faltan 26 días. Inauguración de la temporada de piscina. Para mí, se entiende. He bajado con Pepe por la mañana y por la tarde. No estoy tan optimista como ayer, en algún momento me ha asaltado algún pensamiento angustioso, pero se ha ido rápidamente. Al menos cuando estoy con alguien u ocupado el tiempo parece avanzar un poco más deprisa, por eso la piscina me va a aliviar de muchos sufrimientos.
7 de julio
Desde que se fue, llevaba varios días con la idea de llamarla. Han pasado cuatro días, y hoy he creído oportuno hacerlo para saber qué tal había ido el viaje, qué tiempo hace por allí y demás, aunque todo eso naturalmente era una excusa para hablar con ella. Era la una y media de la tarde cuando agarré el teléfono y, decidido y a la vez nervioso, marqué el número del pueblo. Ella misma me lo cogió. Su voz parecía alegre, lo cual me dio ánimos extra. Hablamos durante quince minutos más o menos sobre cosas banales, qué tal todo por allí, el viaje muy largo, por aquí bien, mucho calor, menos mal que tengo piscina y demás zarandajas. Sobre mi mente gravitaba constantemente una frase que no se atrevía a salir de mis labios: "te echo de menos, tengo muchas ganas de que vuelvas". ¿Pensaría ella lo mismo? En ese momento estaba seguro de que sí.
Hoy hace un calor horrible y mirando por la ventana en esta hora de la siesta el tiempo parece haberse detenido. Ni un alma pasea por la calle y sólo el rumor momentáneo de algún coche rompe la calma estival. Todo está siniestramente estático. Ni las ramas de los árboles hacen el más leve movimiento, ni se ven pájaros volando ni ninguna nube mancha el cielo abrasado. ¿De verdad se habrá detenido el tiempo? Peor aún, parece como si, en vez de avanzar, el tiempo retrocediera cada minuto que pasa. ¿Es real lo que estoy viendo en el rejoj de mi habitación? ¿Es posible que las manecillas vayan hacia la derecha en vez de hacia la izquierda? Creo que mi cerebro me está jugando una mala pasada. Pero no, lo veo nítidamente, el minutero vuelve sobre sus pasos, y el segundero también, y...
Llevábamos diez minutos hablando, durante los cuales yo ya era feliz por el simple hecho de escuchar su aterciopelada voz, cuando de repente se me vino encima una avalancha de tiempo. "Sebastian, al final me quedo aquí otro mes más, hasta septiembre", me dijo. No reaccioné a esas palabras, dichas con tono de disculpa, y sólo acerté a responder con un ahogado "¿qué?", aunque sabía perfectamente lo que acababa de oír. Ella repitió la misma frase con el mismo tono de disculpa macerado con una pizca del cansacio de aquel que, desganado, repite una cosa a su despistado interlocutor. Quedé callado unos instantes que se hicieron lentos y pesados, y que quizá eran los primeros ladrillos de este inmenso edificio de tiempo que hay que levantar a partir de hoy. Un edificio faraónico, de construcción farragosa y que debo fabricar yo solo.
Hablamos poco más antes de despedirnos sobre cosas superfluas que nada tenían que ver con mi interior estado de zozobra. Intenté esconder mi colosal decepción, pero creo que se notaba que mi voz tenía un hilo apagado y perezoso. El suyo, y eso es lo que más me duele, me parecía que en absoluto concordaba con el mío, y diría que había un punto de lástima, de dolorosa lástima por un sentimiento que no es compartido. "Te llamaré la semana que viene", fue lo último que me dijo. Nada nás colgar miré por la ventana de mi habitación y me quedé un buen rato contemplando ensimismado este paisaje tórrido e inquietantemente inmutable. Ahora mientras escribo miro de nuevo el reloj de la pared y compruebo que es cierto: las manecillas vuelven sobre sus pasos.
Hoy, 7 de julio, faltan 55 días para volver a verla.
8 de julio
Faltan 54 días. Hoy me he levantado tarde, anoche me costó bastante dormir, la imagen de Cynthia divirtiéndose en su pueblo no dejaba de revolotear sobre mi cabeza. Y mientras yo aquí, pensando cada minuto en ella y en el reencuentro. Aunque a lo mejor me estoy equivocando y ella se ha quedado allí obligada y está tan impaciente como yo por volver a vernos. Sería lo lógico, es mi novia, y tampoco tengo elementos para pensar lo contrario. Por la mañana he bajado con Pepe a la piscina y le he contado lo que me dijo ayer Cynthia. Dudo que él comprenda cómo me siento, uno se puede imaginar los padecimientos de otro, pero si no los siente o los ha sentido en carne propia, es como si nada. Por la tarde he vuelto a bajar a la piscina. Se ha bajado también J. C. Por la noche he estado jugando a las cartas con Dani y viendo la tele.
9 de julio
Faltan 53 días. Otro día más que ha pasado y que ya no volverá... o eso espero. Buena noticia: mañana viene Berto con sus padres y se quedará unos días. Hoy por la mañana he bajado a la piscina con Pepe y J. C. y por la tarde hemos dado una vuelta con todos éstos por Tirma. He escuchado algunos comentarios jocosos de R. J., J. R. y alguien más sobre Cynthia, insinuando que me iba a poner los cuernos y demás. He optado por no hacer caso y pasar del asunto, fingiendo que me hacía gracia, aunque por dentro ardía de rabia por escuchar tales tonterías. ¡Si ellos supieran cómo me siento! Pero no, mejor que no lo sepan, si no sería aún peor.
10 de julio
Faltan 52 días. Son casi las tres de la mañana, y escribo en casi el único momento libre que he tenido en todo el día. Hoy ha venido Berto con sus padres. Han llegado sobre la una de la tarde, y casi todo el día lo hemos pasado en la piscina, jugando con la pelotita en el césped, aunque el socorrista ha terminado por quitárnosla porque decía que molestábamos a las viejas. Hemos comido en el bar de la piscina, y después de comer hemos subido a casa. Por la tarde hemos estado todos pendientes de la televisión, pues según han dicho ETA ha secuestrado hoy a un concejal del PP de un pueblo del País Vasco. Miguel Ángel Blanco se llama. Los etarras dicen que si en 48 horas el Gobierno no acerca los presos de ETA a las cárceles vascas lo matarán. Qué hijos de puta. Vicente estaba muy indignado y no se ha despegado de la tele en toda la tarde. No entiendo nada de lo que pasa. He tenido tentaciones de llamar a Cynthia, pero me dijo que me llamaría ella. Espero que lo haga pronto. Hoy al menos el día ha pasado algo más rápido, pero echando la vista atrás compruebo que sólo ha transcurrido una semana desde nuestra última cita. Una semana que parece un siglo.
11 de julio
Faltan 51 días. Es muy tarde, son más de las tres de la madrugada. Hoy la jornada ha sido parecida a la de ayer. Hemos pasado todo el día con Berto. Muy pronto hemos bajado a la piscina, hasta la hora de comer. También han bajado Pepe y J. C., pero no hemos estado juntos, sino ellos dos por un lado y Berto, Dani y yo por el otro. En casa, mientras comíamos, hemos visto las noticias. No han soltado a Miguel Ángel Blanco y se han convocado manifestaciones multitudinarias para pedir su liberación. Las calles de Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Ermua estaban atiborradas. Era emocionante ver todas esas manos blancas levantadas y oír esos millones de gargantas cantado "¡libertad!" Por la tarde, de nuevo a la piscina. Me aburre ya tanta piscina. Y por la noche Berto y yo hemos hablado de chicas y le he contado mis padecimientos con Cynthia. Tengo la sensación de que nadie me comprende, creo que no voy a hablar a nadie más del asunto.
12 de julio
Faltan 50 días. Es la una de la madrugada. Hace media hora más o menos que Berto se ha ido. Han sido dos días con él muy entretenidos y que han servido para que, al menos, el tiempo pasara un poco más rápido. Hoy hemos vuelto a pasar toda la mañana en la piscina. A la hora de comer han venido los padres de Berto. Hemos comido en el bar de la piscina, pero pronto hemos subido a casa para ver las noticias. A las cuatro de la tarde expiraba el plazo que dieron los terroristas. Si a esa hora el Gobierno no había tomado la decisión de desplazar los presos, Miguel Ángel sería asesinado. Los cabronazos no se han andado con chiquitas. Se ha encontrado su cuerpo en un bosque, con un tiro en la cabeza. Han vuelto a convocarse manifestaciones, una de ellas en Ermua. La multitud ha recibido en directo la trágica noticia. Una señora lo decía desde un balcón, y, al momento, se extendió por la plaza del pueblo un grito de dolor que helaba la sangre. Se me ponía la carne de gallina. La hermana, una chica de gafas, lloraba desconsolada y daba las gracias a la concurrencia. A mí se me ha saltado alguna lágrima, y en el salón todos miraban la tele en silencio. Vicente se tapaba la cara con las manos. Ha permanecido así durante un rato bastante largo. Viendo problemas como éste me doy asco a mí mismo por estar triste por el hecho banal de que mi novia esté de vacaciones lejos de mí. Pero no puedo evitarlo. Al parecer Miguel Ángel estaba con vida cuando lo encontraron, pero las probabilidades de supervivencia son mínimas. Berto y sus padres se han ido sobre las doce y media de la noche, y hasta esa hora hemos estado en mi habitación hablando de fútbol y recordando nuetras gestas ciclistas en el pueblo.
13 de julio
Faltan 49 días. ¡Menos de 50! Finalmente Miguel Ángel murió anoche. Ahora son las once de la noche. Después de la visita de Berto la rutina diaria ha vuelto por sus cauces habituales. Por la mañana he bajado a la piscina con Pepe y por la tarde hemos dado una vuelta por Tirma. Hoy parece que me han dejado un poco en paz con el tema de Cynthia. Nadie se ha ido de vacaciones todavía excepto ella. ¿Por qué tan mala suerte?
14 de julio
Faltan 48 días. Hoy estoy de buen humor. Es día 14 ya, ha pasado una semana desde que Cynthia me dio la mala noticia de que su ausencia se prolongaba y estamos casi a mitad de mes. Afortunadamente el tiempo pasa lento pero inexorable. Lo que pasa es que hubiera estado bien haber podido disfrutar este verano con ella. Bueno, ya llegarán más. Porque estoy seguro de que el año que viene seguiremos juntos. Esto no habría ni que decirlo, porque está escrito. Lo único, ¿por qué no me llama? He decidido que mañana lo haré yo. Hoy ha empezado la montaña en el Tour. Olano lo ha pasado mal, se descolgaba en los puertos, pero sigue en la pomada. Si aguanta un poco, luego podrá machacar en la contrarreloj.
15 de julio
Faltan 47 días. ¡Qué vergüenza! De entre todos los actos lamentables que he hecho en mi vida, el de hoy sin duda se lleva la palma. ¿Cómo he podido hacer algo así? Me da hasta vergüenza escribirlo, pero si quiero que este diario sea verdadero, no me queda otro remedio. No hay que amputar la realidad, eso sería miserable. Ayer escribí que había decidido llamarla hoy, y eso es lo que he hecho. Eran sobre las dos de la tarde. Marqué el número, sonaron dos, tres, cuatro tonos, mi corazón se disparó, y al fin al otro lado sonó una voz femenina. Era su madre. Azorado, no acierto a comprender por qué empecé a hablar con voz de chica. ¡Con voz de chica! Pero ya que había empezado, no podía echarme atrás. Pregunté por Cynthia, su madre me dijo que se había ido al río, que le dejara recado. Dije que era Marta. "¿No eres un chico?", preguntó ella. Yo respondí con un "no, no" que debió de sonar inmensamente ridículo, y me apresuré a colgar sin despedirme. Absolutamente lamentable.
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