viernes, 19 de junio de 2009

VERANO DEL 97 (Decimotercera parte)

16 de agosto. Madrid
Faltan 15 días. Son las diez y media de la noche. Ya estoy en casa. Habremos llegado a Madrid sobre las dos de la tarde. Mamá y papá no querían viajar con el calor central del día, así es que nos levantamos temprano, sobre las nueve, y antes de las diez el coche ya estaba bajando la varga, dejando atrás el cortijo, acompañados del canto de despedida de las chicharras, que hoy sonaban más fuerte que nunca. Pasamos por delante de la "casa de las brujas", y algo se me atravesó en la garganta. No pude evitar mirar la ventana negra y desnuda del desván. No sé por qué generalmente tendemos a hacer cosas que sabemos que nos van hacer daño, es como un síndrome de autodestrucción. Pero había que despedirse. Miré la casa y la ventana con los ojos humedecidos, y cuando salimos del campo por el camino de San Isidro y nos vimos en la carretera nacional, no tuve más remedio que cerrar los ojos y recostarme de perfil para esconder las lágrimas. A mi derecha, según avanzaba el coche, quedaban la campiña, ocho días de contar las horas y los minutos y dos de desear que se detuviesen. Pero en el horizonte, a quince días vista, sólo quince días, me aguardaba ella, Cynthia, a quien seguía pidiendo perdón por haberla tenido algo olvidada durante cuarenta y ocho horas que, bien mirado, no son más que un accidente. El viaje transcurrió plácido, y, al entrar en casa, durante unos segundos tuve una sensación extraña, como de estar en vivienda ajena, que se disipó al instante. Todos en casa hemos estado bastante silenciosos hoy, quizá nostálgicos de Villafranca, cada uno por sus motivos.

17 de agosto
Faltan 14 días. Son las doce de la noche. Poco a poco voy reecontrando mi sitio en mi propia casa y hoy ya se ha instalado la rutina de antes de irnos de vacaciones, aunque no sé por qué ni la luz ni el calor ni el aire que respiramos parecen el mismo que hace doce días. Se nota que el verano avanza y que septiembre está cada vez más cerca, lo cual me llena de alegría. Esta mañana me levanté tarde, cansado por el viaje y las nostalgias de ayer, y nada más desayunar llamé a Cynthia, con la emoción taladrándome el cuerpo. Iba a hablar con ella casi veinte días después, y estaba dispuesto a contarle con todo lujo de detalles mis salidas en bici, el mucho campo que había visto, lo mucho que me había acordado de ella y las inmensas ganas que tenía de que volviera. Sin embargo, no pudimos hablar mucho porque, según me dijo, tenía que ir con su madre a hacer la compra. Antes de despedirnos me aseguró que me llamaría mañana o pasado y que entonces hablaríamos más largo y tendido. El resto del día ha sido aburrido, y lo único que he hecho ha sido releer el diario, sobre todo la parte que corresponde a los días en que la conocí y los primeros después de que se fuera al pueblo. Sobre todo me ha gustado releer ésto último, porque comparo mi estado de aquellos días con el de ahora, e inmediatamente me animo. ¡No puedo creer que sólo falten 14 días!

18 de agosto
Faltan 13 días. Son las doce menos cuarto de la noche. Durante todo el día he estado esperando la llamada de Cynthia, que finalmente no se ha producido. No pasa nada, seguro que mañana me llama. Me lo dijo, ¿no? Entonces no hay por qué dudar de ello. Lo que pasa es que tengo cierta impaciencia por escuchar su voz, y contarle tantas y tantas cosas durante horas y horas. También me gustaría saber qué tal está ella, claro, aunque supongo que se lo estará pasando teta. Hoy, como trabajaba papá, he ido con Dani a dar una vuelta con la bici por el Parque Norte. Después de todo lo que he montado en Villafranca estoy bastante bien de forma.

19 de agosto
Faltan 12 días. Según avanzan los días me va subiendo una culebrilla desde los intestinos hasta la altura del corazón. La cercanía del momento deseado hace que la alegría se una a la inquietud. De vez en cuando me vienen a la mente imágenes y recuerdos de Claudia, pero debo mantenerlos alejados como sea. Cuando pienso en aquella noche en el desván parece que el tiempo se detiene, y entonces me entrego a revivir ese momento, pero con un final distinto que, afortunadamente, no se dio. Pero como le dije me va a ser muy difícil olvidarla. Hoy ha sido un día largo y aburrido, sobre todo esperando su llamada, que no se ha producido. De mañana no pasa sin hablar con ella, ya sea porque me llame o porque la llame yo. Tengo ganas de que vuelva Pepe o alguien de las vacaciones, y así los días pasen un poco más rápido.

20 de agosto
Faltan 11 días. ¡Qué gozada ha sido ver esta mañana en el Marca la fecha "Miércoles 20 de agosto de 1997"! ¡Ese dígito "2" unido al "cero" y a la palabra "agosto", qué impresión de alegría tan fuerte me provoca verlo todo junto, en una misma frase! Pues sí, estamos a 20 de agosto y, francamente, en la contrarreloj imaginaria que comenzó el ya lejano 3 de julio me encuentro en un tramo de clara bajada, en el que pedaleo absolutamente lanzado hacia la meta, con todo el desarrollo metido, viendo cómo pasan los metros y los kilómetros, las horas y los días, a toda velocidad. De vez en cuando viene alguna curva peligrosa, algún mal pensamiento o alguna nostalgia de alguna persona que aún no olvido, mas la trazo sin problemas, limpiamente, y en seguida vuelvo a encarar una larga recta en bajada en la que me lanzo a tumba abierta, como suele decirse, y cada pedalada parece más potente, más eficaz, que la anterior. Hoy el día ha pasado relativamente deprisa, aunque sin novedades que rompan esta quietud propia de agosto. Al mediodía la he llamado, pero no me lo han cogido. Un par de horas más tarde lo he vuelto a intentar. Se ha puesto su madre, y me ha dicho que no estaba en casa y que diera recado. Le he dicho que era Sebastian y que la dijera que me llamara en cuanto pudiera. No sé si se acordará. Por la noche hemos visto el Barça-Madrid de la Supercopa, que hemos perdido 2-1. Primero marcó Raúl, de cabeza, pero luego nos han remontado. El segundo gol suyo vino de un penalti que no era. Queda la vuelta. A Roberto Carlos le tiraron un mechero a la cabeza desde la grada y sangró un poco. Me voy a acostar, son casi las doce y media.

21 de agosto
Faltan 10 días. Diez días. Es tentador iniciar una cuenta atrás, como en los transbordadores espaciales antes de despegar. Miro el calendario, con todos esos días tachados, y no me lo creo. Al fin y al cabo parece que sí, que a pesar de todo el tiempo avanza, aunque uno no lo advierta. Esta mañana me quedé en casa, pero por la tarde salí con la bici con papá, al Parque Norte. Dice que el domingo iremos a El Pardo. No sé, está bien, pero me gusta más la sensación de ir solo.

22 de agosto
Faltan 9 días. ¡Ya no hay dos dígitos en el número de la cuenta atrás! Esto marcha. La bajada se hace más pronunciada y ya diviso, allá a lo lejos, por primera vez, el cartel de la meta. De vez en cuando desaparece al esconderse detrás de algún árbol o de alguna colina, mas en seguida sale de su escondrijo y entonces vuelvo a pedalear con rabia. Es curioso que sea incapaz de imaginarme el momento del reencuentro. Supongo que será que lo deseo tanto que, de representármelo mentalmente, volver luego a la realidad sería como soñar que se es libre cuando se está preso. Hoy me levanté tarde, vi Bola de Dragón y la mañana la pasé jugando en el salón con la pelotita. Por la tarde he releído partes del diario. Me gusta leer lo de hace exactamente un mes y comparar los estados de ánimo. Sin duda que ahora estoy mucho mejor que el 22 de julio. Lo único... ¿le habrá dicho su madre que la llamé? Se le habrá olvidado.

23 de agosto
Faltan 8 días. Una buena noticia ha venido a hacer un poco más fácil estos escasos —pero largos— días que faltan para el 1 de septiembre. Esta mañana estaba mirando la tele, sumido en reflexiones varias y en el aburrimiento, cuando sonó el teléfono. Era Pepe, que ha vuelto ya de la playa. Quedamos para bajarnos a la piscina. Ha venido negro, con el vello del cuerpo rubio. "Bueno, qué, ya queda menos, ¿eh?", me dijo nada más vernos. Ya queda menos, sí, pero no sé por qué hoy no he estado tan optimista como los días atrás. Un pequeño repecho cerca de la meta, no pasa nada. Por la tarde volvimos a bajar a la piscina, esta vez con J. C., que también ha vuelto de las vacaciones. Es buena señal que la gente empiece a volver. Lo único, que ella fue la primera en irse y, seguramente, será la última en regresar. Hace un rato que ha terminado el Madrid-Barça de la Supercopa, que hemos ganado ¡4-1!, y que he visto con papá en el salón. Mañana vamos a El Pardo.

24 de agosto
Faltan 7 días. Son las doce y cuarto de la noche. Esta mañana me levanté temprano para ir con papá a El Pardo con la bici. Desayuné muchas tostadas para llenar el depósito y sobre las diez salimos de casa. Ya hacía mucho calor. Llegamos al camino de la tapia subiendo por Pitis. Nada más coronar una cuesta, ya cerca de El Goloso, tuve que bajarme y vomitar todo lo que había desayunado. Papá me regañó por desayunar tanto. Nos dimos la vuelta y regresamos a casa. Bajé a la piscina con Pepe y J. C. Después de comer volví a bajar, pero sólo con Pepe, que me dijo que había quedado con el resto para dar una vuelta por Tirma. Dudé qué hacer, mas al final decidí bajar. A lo mejor así el tiempo pasaba más rápido. Casi todo el mundo ha llegado ya de las vacaciones, hoy he vuelto a ver a mucha gente: a J. R., a R. J., a A. F., a M .S., a V. L. Y a casi todas las chicas. Creo que sólo faltaba Cynthia, que yo recuerde. También es mala suerte. Pero bueno, sólo queda una semana, que creo se me va a hacer muy larga. Hoy me han asaltado pensamientos negativos, pero los he logrado sofocar. Basta con pensar en el momento del reencuentro y en lo poco que queda para mirarlo todo con otros ojos. Me voy a acostar.

25 de agosto
Faltan 6 días. Definitivamente me encuentro en un repecho muy duro en el que me estoy atrancando. Y, o mucho cambian las cosas, o creo que el repecho durará hasta la meta. Voy a llegar sin resuello, pero merecerá la pena. Hoy ha sido un día difícil, y no sé por qué, si queda tan poco, estoy peor de ánimo que, por ejemplo, hace una semana. Por la mañana bajé a la piscina con Pepe y J. C.. Por la tarde habíamos quedado todos en el parque de abajo. Había aún más gente que ayer, ahora creo que sí han regresado todos... menos ella, naturalmente. Estábamos sentados en los bancos, y, no sé cómo, de repente me vi rodeado de chicas, algunas de las cuales eran desconocidas, creo que unas primas y amigas de Sandra, aunque no sabría distinguir cuáles eran primas y cuáles amigas. Sin venir a cuento empezaron a preguntarme por Cynthia y que cuándo volvía y que si tenía muchas ganas de verla. Sorprendido, respondí que sí, mas no sé a que venía todo eso. Una de ellas, la morena de pelo rizado y ojos grises, creo que una de las primas de Sandra, se me acercaba mucho y me miraba fijamente con un gesto extraño, y cada vez que respondía a las preguntas que me hacían me tocaba el muslo y me decía "qué rico, qué rico", como si yo fuera un niño, y se reía. Bueno, se reían todas, después de mirarse unas a otras. Cansado de aquello me levanté y me fui a otro banco, donde estaba Pepe con el resto. Sobre las diez y media regresé a casa, cené y vi la tele, un partido del Atleti contra el Inter. Ahora son más de la doce y media. Me voy a acostar.

26 de agosto
Faltan 5 días. Angustia. La pendiente del repecho aumenta kilómetro a kilómetro, día tras día, lo que unido a la fatiga acumulada de todo un verano pensando en lo mismo, hacen que afronte estos cinco días que quedan como si fuera una pared. Estoy cansado de esperar, estoy cansado de sufrir, de intentar tocar una figura que está muy lejos de mí, de darle besos y abrazados virtuales que sólo existen en mi imaginación y de inventar conversaciones sobre el verano que hemos pasado separados. Lo que más me entristece es pensar que, en casi dos meses, nunca me ha llamado. Supongo que pensará que no me iba a encontrar en casa. Nada importará cuando dentro de cinco días —¡cinco días!— ella regrese y quedemos por vez primera en casi dos meses. Esta mañana no bajé a la piscina, aunque sí por la tarde. A las siete habían quedado todos para dar una vuelta por el barrio. Se ha armado un buen revuelo con lo de J. R. y Esther, esa chica tan guapa, rubia y de ojos verdes y achinados. Paseábamos Pepe, J. C. y yo por el bulevar de la avenida de la Ilustración, cuando les vimos morreándose en un banco. Esa estampa, si bien al principio me hizo sentir envidia, luego me hizo tomar conciencia de mi propia situación, y pensé que en una semana, quizá menos, yo estaría haciendo lo mismo.

27 de agosto
Faltan 4 días. El verano, aunque despacio, también avanza. Se nota que la noche llega antes, ya no hace tanto calor y en la tele los anuncios de helados y de los discos del verano se van sustituyendo por los de la vuelta al cole del Corte Inglés, los de fascículos y los del comienzo de la Liga. Para mí, el primer anuncio de "soldaditos de plomo históricos, el primero, Guardia Imperial Napoleónica " o de "construya su propia casa mediterránea, la primera entrega sólo 100 pesetas, RBA" marca el fin del verano. Madrid despierta poco a poco de una larga siesta que ha durado todo un mes, los aparcamientos se van poblando y algunos quioscos han vuelto a vender periódicos y revistas a su fiel clientela, que, envuelta en una cáscara de cobre, parece comprar la prensa compulsivamente para ponerse al día, para enterarse de todo lo que ha ocurrido —si es que ha ocurrido algo, porque en agosto incluso los sucesos y las noticias parecen tomarse vacaciones— en el mes que ha estado en la playa. Supongo que para el resto de la gente todas estas inequívocas señales serán una pésima y deprimente noticia, pero a mí me llenan de alegría. A pesar de ello hoy el día ha vuelto a transcurrir con una parsimonia desesperante. A veces me parece que el tiempo se burla de mí. Ni he bajado a la piscina ni a dar una vuelta por el barrio, y básicamente lo que he hecho ha sido leer y releer el Marca, incluso la información de waterpolo, y algunos fragmentos del diario.

28 de agosto
Faltan 3 días. Hoy se cumplen dos meses del día en que empezamos a salir, pero el pasado ha cedido protagonismo al futuro. Un futuro ya muy cercano, a sólo tres días vista. Sólo tres días. Parece increíble que hayan pasado 56 desde que se fue, y que sólo queden tres para que esté aquí de nuevo. Pero extrañamente no estoy delirante de felicidad. Algo me acogota, quizá la inminencia del momento deseado. Sí, sigo subiendo el repecho, cada vez estoy más cansado, pero sé que es el último esfuerzo, porque la meta está ahí, en lo alto de la colina, ardiendo cerca del crepúsculo, y lo que hay tras traspasarla merecerá la pena. Lo que hay tras la meta es comérsela, abrazarla y besarla hasta que quede sin aliento, y pasear por el bulevar de la avenida de la Ilustración y sentarnos en un banco y morrearnos, como el otro día Esther y J. R. Eso es lo que hay, nada menos, y está ya tan cerca que temo que no sea verdad.

29 de agosto
Faltan 2 días. Estamos a viernes. Pensándolo bien, es como si se hubiera ido de fin de semana. Todo lo que queda atrás, 57 días, no importa. Sólo cuenta que el domingo la tendré aquí, y que será el inico de, seguramente, la mejor etapa de mi vida, la Edad de Oro de mi existencia. A día de hoy considero que los últimos días de junio ostentan ese rango, pero lo que vendrá a partir del domingo no tendrá nada que ver con aquello. Hoy me he despertado temprano, muy nervioso. Últimamente el nerviosismo es mi estado normal. Creo que he adelgazado. Constantemente pendulea sobre mi cabeza la imagen de un instante que aún no existe, pero que a pesar de su virtualidad me llena de zozobra. Tengo tantas ganas de que llegue y lo veo tan cerca... Desayuné y vi Bola de Dragón, y a las doce el sorteo de la Champions. Al Madrid le ha tocado con el Oporto, el Rosenborg y el Olimpiakos. Después bajé a la piscina con Pepe y por la tarde quedé con A. F. y J. R. Fuimos a Moncloa, no sé muy bien con qué objetivo. Cogimos el 133, y despreocupadamente iniciamos el trayecto. Tras quince minutos de viaje el autobús se detuvo un buen rato en una parada solitaria, y cuando el conductor nos dijo que era la última y que nos teníamos que bajar, le preguntamos que dónde estábamos y nos respondió que en Mirasierra. ¡Habíamos ido en dirección contraria! Un poco vergonzoso, pero al menos nos reímos. Tomamos el autobús de la acera de enfrente, el que iba en dirección Moncloa, y nos plantamos allí en media hora. Dimos una vuelta por aquel barrio, por unas calles largas y rectas. Había muchos bares y mucha gente en la calle. Yo tenía un poco de miedo porque dicen que por allí los nazis paran al primero que se les cruza, así al azar, y le piden que cante el Cara al sol. Si no lo hace, le dan una paliza. Afortunadamente no vimos a ninguno. La gente bebía en medio de la calle de unos enormes vasos de plástico (creo que se llaman "minis"), gritando y haciendo mucho ruido. Además olía a pis y a vino barato, y el aliento de la mayoría tenía un aroma de pis y vino barato. A mí no me gustaría que debajo de mi casa hubiera gentuza armando ese escándalo, desde luego. Cenamos en un Mc Donalds y regresamos al barrio. He llegado a casa a las diez y media. Ahora son las doce y cuarto. Y mañana, cuando despierte (si es que duermo algo esta noche) podré decirme la siguiente frase: "mañana llega, mañana la tendré en mis brazos. Mañana podré besarla y hablar con ella de las vacaciones, y dar una vuelta por el barrio al atardecer, y dejarla en su casa con un beso de despedida. Mañana, mañana...". Me parece increíble.

30 de agosto
Falta 1 día. Una estructura hinchable de plástico, blanca, formando un enorme arco en medio de la carretera. En el centro del arco, en la parte más alta, un triángulo rojo, uno de cuyos ángulos apunta hacia el suelo, como si fuera una flecha. Y dentro del triángulo, un "1" pintado de blanco. Último kilómetro. He entrado en el último día, en el último kilómetro, de mi espera. 58 han quedado atrás. Sólo tengo que apretar los dientes y hacer avanzar la bicicleta, el ánimo, con mis piernas quemadas y desgastadas, con mis ganas inimaginables de llegar a la meta, de verla. Parece muy poco. ¿Qué es un kilómetro comparado con 58? Apenas nada, y podría pensarse que con la inercia bastaría para llegar a la meta. Lo que ocurre es que estoy cansado, porque ha sido una contrarreloj, una espera, muy intensa y larga. Además, éstos últimos kilómetros han sido en clara subida, y el último también lo será. No sé si de ser un kilómetro, un día más larga, hubiera podido llegar hasta el final. Estoy fundido. Pero tengo que aguantar y no dejar de pensar en lo que me espera tras cruzar la línea. Esta mañana me desperté con una nube de abejas aguijoneándome dentro el estómago, y antes de levantarme me quedé un rato remoloneando en la cama, repitiéndome las mismas palabras: "un día, un día, un día, ¿es posible que sólo falte un día, o todo esto ha sido un sueño y ni estoy con Cynthia ni han pasado 58 días desde que se fue, o en realidad sí que es mi novia pero hemos vuelto al principio de la espera, al 4 de julio?" Tras intensas cavilaciones llegué a la conclusión de que no, que todo había sido real, y que sí, mañana regresará de las vacaciones, de ese pueblo que tantas y tantas veces me he representado mentalmente, y que ni siquiera sé cómo se llama. Sé que está en Zamora, cerca de Benavente, tierra llana de cultivos amarillos y de carreteras largas y rectas y de pueblos blancos y grises abrasados por el sol y de ríos y riachuelos y muchas acequias para la agricultura. Y su pueblo será uno de esos pueblos grises y blancos, cuyas fiestas, como las de todos los pueblos de España, son en verano. En las fiestas toda la gente, la mayoría de Madrid, sale al atardecer a la verbena a aspirar el olor a vino de las calles, y a churros chocolateados y a algodón de azúcar y a colonia infantil, y a mezclarse con la agria música de rumba proviniente de un altavoz viejo y mal sintonizado, que hace que las notas salgan de él como sucias de la suciedad que se ha acumulado en su rejilla, y que nadie ha limpiado en años. Las calles están engalanadas con banderas de España, de la Comunidad Europea y de la Comunidad Autónoma correspondiente, pero como yo no sé cómo es la de Castilla y León, pues me imagino que está puesta la de Extremadura, que es la que conozco. Toda clase de personas se mezclan en las fiestas de los pueblos. Ancianos que viven todo el año en el pueblo —arrugados y de piel curtida por el sol de trabajar en el campo, de camisa azul de manga corta con un bolsillo en una de las solapas y pantalones oscuros de un tejido indefinido, de corte clásico pero rural—, que se nota que están a disgusto en aquel caos de ruidos y olores. Un caos que, más que para la gente del pueblo, está organizado para los que vienen de fuera. Las fiestas de los pueblos no están dirigidas para los que viven en el pueblo, sino para los que viven en Madrid y van al pueblo una vez al año. Hay mucho joven, mucho adolescente y preadolescente, que se arremolina en torno de los coches de choque, con su ficha de diez viajes, impaciente por volver a la pista y poder chocar con el chico o chica que le gusta, en esa rara manía que tienen algunos, tenemos casi todos, de hacer la puñeta al objeto de sus amores. Supongo que será un intento de llamar la atención, si no de otra manera no se entiende. La plaza principal está saturada de la música de rumba, que suena con obstinación, y de las bocinas extrañas y enloquecidas de las atracciones, que parece increíble no se vayan a desmontar de un momento a otro, matando en el instante a decenas de niños inocentes. Y la pobre y vieja iglesia de la plaza se alza negra, oscura, silenciosa, quizá escandalizada por aquel remolino de luces y de olores y de gritos y de humos de fritanga. Y en medio de todo ello, perdida en el grupo de sus amigos, ella. ¿Estará pensando en mí mientras se divierte? ¡Pues claro!

Pero no sé qué hago pensando en su pueblo, si ya apenas le quedarán veinticuatro horas de estancia allí. Es que me da hasta cosa decirlo, por miedo a que no se cumpla. Pero allá voy: mañana la veré, mañana.

¿Qué he hecho hoy? Por la mañana me quedé en casa y por la tarde vi el previo del Madrid-Atleti, el primer partido de Liga. Hemos empatado a uno. Se adelantó el Atleti, con gol de Juninho, pero luego empató Seedorf con un golazo desde casi el medio del campo. Ellos tienen un buen equipo este año. A ver si eso que dicen del "huracán rojiblanco" va a ser verdad... Son las doce y media, me voy a acostar.

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