"(...) tenía las carnes prietas y como endurecidas de saludable como estaba, (...) y su mata de pelo, cogida en una gruesa trenza bajo la cabeza, tal sensación daba de poderío que, al pasar de los meses y cuando llegué a mandar en ella como marido, gustaba de azotarme con ella por las mejillas (...)
(...)a Lola, al arrodillarse, se le veían las piernas, blancas y apretadas como morcillas, sobre la media negra. (...) Las piernas de Lola brillaban como la plata (...)
La mordí hasta la sangre, hasta que estuvo rendida y dócil como una yegua joven.
La tierra estaba blanda, bien me acuerdo, y en la tierra, media docena de amapolas para mi hermano muerto: seis gotas de sangre..."
Camilo José Cela, La familia de Pascual Duarte
hice un hoyo sobre el limo.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad, llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
Federico García Lorca, La casada infiel.
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