martes, 26 de enero de 2010

POR UN EXCESO DE CELO




DE VUELTA AL DOLOR

Por un exceso de celo
no te volveré a ver.
A vosotras os gusta
jugar, mas yo me
enredo en vuestro juego.

Viniste, miraste, me
ganaste.
Te vi, miré, quise
columbrarte.

Con torpes palabras
te hablé por vez primera
en idioma que no es el mío
mas sin duda de que tú me
entendieras.

Te dije de conocernos,
y no dudaste.
Me miraste con ojos de cielo.
"I nice to meet you", dije,
palabras ajenas.

Y comienza de nuevo la rueda,
el miedo al dolor,
deseo de dolor.

Y mi mente se llena de imágenes
imposibles, contigo, siempre
contigo.
¿Cómo es posible, si apenas te
conozco, si sólo te vi una vez,
si sé que no te importo?

Es igual, no lo puedo evitar.
Pienso que quiero placer,
mas yo ya no sé.
No sé si es placer lo que busco,
o si es el dolor que,
tras el arbusto,
acecha a mi querer.

Ansias de placer, de un paseo,
de una cama al anochecer.
Me siento desbocado,
embriagado,
todo toma tu forma,
todo se ve a través de tu cristal.
Y no lo puedo evitar,
por más que me digo:
"es sólo una chica más".
¡No! Ya no hay vuelta atrás.

Marchaste a tu país,
y no te despediste.
Amargo quedó mi corazón,
pero tranquilo, lejos de estar triste.
Cuando volviste me llamaste,
y tu voz extraña, de timbres
extranjeros, que no comprendo,
me era tan clara como la
luz de tu recuerdo.

Durante una semana
me diste y me quitaste.
"Ya empieza el juego",
si sólo quiero verte, y
que me cuentes,
y contarte.
Empecé a vislumbrar el dolor,
tras una esquina
agazapado
señal de ruina.

Cediste a mis ruegos,
a mis ansias, eras la reina
del juego.
Juego que no comprendo,
que me confunde, que me
hiere, que me lacera el
corazón porque me pierde.
Al fin, sí, extranjera, nos
vimos. Era una noche de
sábado, una postrera noche
de fiesta cuyas últimas luces
amarillas, las de tus ojos
(¿cómo pueden ser amarillos
unos ojos?; ¡lo son, lo juro!)
eran el preludio de un
nuevo dolor,
de un temido dolor,
de un dolor necesario
como el indendiario
que quema rastrojos
para la purificación.

Las peores imaginaciones
se cumplieron, te cansaste,
te asustaste de mí.
No contestaste a un "te quiero"
que, aunque velado,
te hablaba a ti.

Y, de vuelta al dolor,
como tantas otras veces,
me doy cuenta de que
no eres más que otro
diente, pasado, inamovible,
de éste mi corazón que,
como una rueda, sigue
girando en torno al amor
que tú, extranjera, no quisiste.

Sebastian Melmoth
Mar de Ontígola (Aranjuez), 26 de enero de 2010, a las 14:12.

1 comentario:

  1. Ey Sebastian. Me ha gustado tu creación! Con esa rima, el poema me recuerda un poco a Lope de Vega en sus comedias (que están en verso rimado) Hay algunas imágenes y figuras literarias muy buenas.
    Enhorabuena!

    Un saludo!!

    ResponderEliminar