sábado, 7 de julio de 2012

BAROJA Y LAS CHICAS DE POLÍGONO

Los amores tardíos. Creo que hasta ahora no había leído ninguna novela de la última época de Baroja. Esta es una novela descosida, como todas las suyas, en la que los personajes hablan y hablan, no sobre sus asuntos personales, sino sobre generalidades, el carácter de los pueblos, el amor como ciencia, y cosas así. Pontifican una y otra vez, ya contemplen un paisaje, una escena de costumbres, un cuadro o a una mujer. En la novela no ocurre nada, sólo se vislumbra una historia de fondo a la que, de momento, los personajes inmersos en ella parecen ajenos. Alguna descripción –siempre deliciosas por sencillas-, párrafos minimalistas, mucho zascandileo. Baroja nos lleva de acá para allá junto a sus personajes, desde Ámsterdam a Rotterdam, como si fuéramos de Segovia a Ávila. Y, sin embargo, a pesar de algunas características que pudiéramos achacarle, ¡cuánto encanto! Ya dijo González-Ruano que Baroja le gustaba no a pesar de sus fallos, sino precisamente por sus fallos. Yo diría lo mismo, y añadiría que me gusta porque es fácil de leer, a veces un poco bruto y otras descaradamente romántico, como esas chicas de polígono.

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