Liev Tolstói, retratado por los años en que escribió "Resurrección". Lápiz sobre papel Canson |
"Me imagino que, desde la más tierna edad, a nuestros hijos debería enseñárseles que un hombre no puede ser superior a otro... que es una vergüenza y una bajeza el querer hacerse superior al prójimo".
Unas palabras de Mauricio Wiesenthal, extraídas de su libro El viejo León. Tolstói, un retrato literario:
"Él se consideró siempre feo y, quizá por eso, cubriría siempre su barba por una barba poblada. Tenía la nariz chata y respingona, los ojos pequeños y hundidos -aunque muy vivos-, los labios prominentes (algunos de sus personajes se distinguirían por ese rasgo), las orejas altas y el cabello rebelde. En su juventud era, además, apasionado y melancólico, inestable de carácter y sentía una timidez invencible con las muchachas. Poco a poco fue venciendo esas dificultades, creándose una imagen de dandi -con una expresión de desdén y fastidio a lo Byron- y distinguiéndose más por sus extravagancias que por su elegancia".
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