J. M. William Turner. Dido contruyendo Cartago. 1815. Óleo sobre lienzo. |
Estoy en El Pardo, mirando hacia el norte. De
repente se abre ante mí un paisaje mágico, de luz de atardecer, como los
de las acuarelas de Turner. Precisamente es eso lo que pienso durante
el sueño, y lo recuerdo ahora con toda nitidez: “es
un paisaje como los que pintaba Turner”. Una luz dorada y dulce baña
todo el escenario, que, como suele ocurrir en los sueños, es El Pardo
pero no es El Pardo. Es El Pardo porque sé que estoy en El Pardo, pero
los elementos poco tienen que ver con El Pardo. Hay siluetas azules de
barcas sobre un lago que yo veo desde una carretera. En el cielo, unas
nubes pequeñas también azules se recortan sobre el fondo amarillo de la
luz atardecida. Trato de captar ese momento haciendo una foto con el
móvil porque sé que es un instante perecedero que se irá pronto y que
jamás volverá, pero mis nervios ante lo mágico e irrepetible me hacen
torpe. Por más que lo intento, no logro sacar la foto: el botón no
funciona, el móvil se me resbala de las manos como si tuviera vida
propia… Mientras, el atardecer se va cayendo, hasta que llega la noche.
Me desespero. La estampa se me va de las manos. Al cabo de varios
intentos todo se oscurece y el polvo de hadas se evapora. Ya no hay
opción, ni nunca más la habrá. Fue imposible atrapar el instante mágico,
y una fuerte tristeza me invade. Es como si aquello contemplado nunca
hubiera sido real por no haberse podido fijar, como si nunca hubiera
ocurrido. Pero, ¿acaso no ha sido siempre así, que los instantes y las
palabras vienen y pasan, que son irrepetibles y que es vano tratar de
eternizarlos, por más cámaras fotográficas, ordenadores, móviles,
procesadores de textos y redes sociales que tengamos? En el sueño, mi
decepción vino, fundamentalmente, de no haber podido compartir ese
paisaje que creía extraordinario. ¿Dónde está, dónde quedó? Y se me hace
difícil convencerme de que queda en mi memoria, de donde acaso no debe
salir.
Hoy, una de las primeras cosas que he hecho ha sido
fotografiar una ilustración de un libro de un cuadro de Turner, bastante
parecido al paisaje de mi sueño. Se trata de Dido construyendo
Cartago. Lo tengo ya como fondo de pantalla en el móvil e imagen de
portada en Facebook. Y ahora mismo, en esta mañana vacacional de verano, a falta
de estímulos exteriores, de cosas importantes que hacer, este sueño es
mi más rabiosa actualidad, la razón más poderosa que tengo para estar
despierto.