lunes, 22 de febrero de 2010

LA NUNCA BIEN PONDERADA


"Cuando la paz invade las almas pecadoras es como cuando el agua cae sobre los barbechos, que fecunda lo seco y hace fructificar al erial. Lo digo porque, si bien más tiempo, mucho más tiempo del debido tardé en averiguar que la tranquilidad es como una bendición de los cielos, como la más preciada bendición que a los pobres y a los sobresaltados nos es dado esperar, ahora que ya lo sé, ahora que la tranquilidad con su amor ya me acompaña, disfruto de ella con un frenesí y un regocijo que mucho me temo que, por poco que me reste de respirar —¡y bien poco me resta!—, la agote antes de tiempo. Es probable que si la paz a mí me hubiera llegado algunos años antes, a estas alturas fuera, cuando menos, cartujo, porque tal luz vi en ella y tal bienestar, que dudo mucho que entonces no hubiera sido fascinado como ahora lo soy. Pero no quiso Dios que esto ocurriera y hoy me encuentro encerrado y con una condena sobre la cabeza que no sé qué sería mejor, si se cayera de una buena vez o que siguiera alargando esta agonía, a la que sin embargo me aferro con más cariño, si aún cupiese, que el que para aferrarme emplearía de ser suave mi vivir. Usted sabe muy bien lo que quiero decir".

La familia de Pascual Duarte

martes, 2 de febrero de 2010

HABLA RAMÓN (que era como le gustaba que le llamasen)

"Siempre sospechaba —y sigo sospechando— que lo más hermoso de la vida es la ruina, sentirse completamente pobre de pronto y sentir cómo en ese preciso momento se abren todos los caminos de la tierra como cunetas y rampas de la miseria".

Ramón Gómez de la Serna, Automoribundia